No quieres sacrificio ni ofrendas,
sino que me has dado un cuerpo.
Todo sacerdote judío oficia cada día y sigue ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, aunque éstos nunca pueden quitar los pecados. Pero Jesucristo ofreció por los pecados un solo sacrificio para siempre, y luego se sentó a la derecha de Dios. Allí está esperando hasta que Dios haga de sus enemigos el estrado de sus pies, porque por medio de una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que han sido consagrados a Dios. Y el Espíritu Santo nos lo confirma, al decir:
después de aquellos días,
será ésta, dice el Señor:
Pondré mis leyes en su corazón
y las escribiré en su mente.
Así pues, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hay necesidad de más ofrendas por el pecado.
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