Si me ves sintiendo que la vida es dura, porque ya no puedo, porque ya no sigo…
ven a recordarme cómo es un comienzo, ven a desafiarme con tu desafío.
Muéveme en el alma, vuélveme al impulso, llévame a mí mismo.
Volveré a ser fuego desde brasas quietas, que alumbre y reviva mi andar peregrino.
Vuelve a susurrarme aquella consigna del primer paso para un principio.
Muéstrame la garra que se necesita para levantarse desde la caída.
Trae a mi memoria que también hay puentes, que también hay alas que no hemos visto,
Que vamos armados de fe y de bravura, que seremos siempre lo que hemos creído.
Que somos guerreros de la vida plena, y todo nos guía hacia nuestro sitio.
Que el árbol se dobla, se agita, estremece, deshoja y retoña, pero queda erguido.
Que el único trecho que da el adelante es aquel que cubre nuestro pie extendido.
Siéntate a mi lado, tómame las manos, entra por mis ojos hasta mi escondrijo.
Y dime . . . ¡SE PUEDE!, e insiste, ¡SE PUEDE!, hasta que yo entienda que puedo lo mismo.
Y, tal vez, si quieres, préstame tus brazos, para incorporarme, nuevo y decidido.
Que la unión es triunfo cuando hombro con hombro vamos, ¡sí, se puede! con el mismo brío.
Hazme ver las huellas, que allá están marcadas, de un paso tras otro por donde has venido.
Que abriré otro rumbo porque sí he creído, que siempre se puede, se puede, mi amigo!
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